Hacía días que observaba a los niños moverse por el aula buscando lugares donde ocultarse. Miré detenidamente el espacio y me di cuenta de que realmente ofrecía muy pocos rincones que pudieran satisfacer su demanda. Tan sólo, colgando de una esquina, un largo tul se convertía en cómplice de sus deseados juegos.
La solución pasaba por transformar de alguna manera los espacios y los materiales del aula. Con ayuda de las familias fuimos coleccionando grandes cajas de cartón. Con ellas construimos un laberinto de túneles, en el que se hicieron ventanas, con materiales diversos, para o…